El poder de una presencia
Hay presencias que se disfrutan como se disfruta una puesta de sol, un atardecer, la luna en una noche estrellada, recostado en el campo, de espaldas a la madrugada. Hay presencias que se sienten como el susurro del viento cálido acariciando la piel. Hay presencias que nos recuerdan todo lo que somos y tenemos, todo lo que podemos sentir. Presencias que acarician el corazón, como la tibieza del mar en un día de sol: semejante a las olas que rompen en la orilla, sacando lo mejor de nosotros a la superficie.