El poder de una presencia
Hay presencias que se disfrutan
como se disfruta una puesta de sol,
un atardecer,
la luna en una noche estrellada,
recostado en el campo,
de espaldas a la madrugada.
Hay presencias que se sienten
como el susurro del viento cálido
acariciando la piel.
Hay presencias que nos recuerdan
todo lo que somos y tenemos,
todo lo que podemos sentir.
Presencias que acarician el corazón,
como la tibieza del mar en un día de sol:
semejante a las olas que rompen en la orilla,
sacando lo mejor de nosotros a la superficie.
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