ROSADEHUMO

  Conservo un cuaderno pequeño, de esos sencillos y baratos que se encuentran en cualquier librería. Allí escribo, porque aún me gusta mantener viva esa manera de plasmar los pensamientos, aunque falten pocos meses para que inicie el 2026. En sus páginas guardo sentimientos y emociones que no comparto con nadie, porque me pertenecen y decido atesorarlos en silencio. Cada vez que mis ojos recorren esas líneas, siento que acarician mi alma: un alma valiente, feroz, noble, amante de la vida, de lo simple y de los instantes plenos de la presencia. Qué bello es lo simple de la vida, que se transforma en vasto: vida, respiro. Tengo una vida buena. Mis ojos pueden contemplar los rayos del sol, el atardecer, la luna asomándose entre los escombros de las estrellas. Mis manos pueden ayudar a otros a cruzar calles, como a algún adulto mayor que observa el semáforo apoyado en su bastón. Puedo escribir palabras sinceras que brotan desde dentro; mi boca pronunciar palabras que alimentan el alma,...

  Quisiera hacer del campo un templo vivo, recoger lo dado, lo simple, lo eterno, y acunarlo en el pecho del gran espíritu que es madre y raíz de todo lo bello. Mano en mano con la vida, mi corazón late con la inmensidad, las llamas abren sendas de fuego, caminos que se encuentran, y en la unión del todo se enciende la verdad.

 Siempre habrá algo mejor: un lugar, un espacio. Tu alma te llevará a los sitios donde debes estar. Todo aquello que esté en sintonía contigo, naturalmente te encontrará. Confía en ti, en todo lo que te habita. Déjate sorprender. Cree que eres merecedor de lo bueno, de lo sano. Porque si no lo crees, ¿cómo se creará? Es tu espíritu profundo, como el horizonte; poderoso como el imponente monte donde se posan los pájaros mientras construyen sus nidos. Eres fuerte como el león que protege a su manada. Eres noble como la suavidad del despertar de cada mañana. Eres muchas cosas que aún no sabes, pero de eso se trata la vida: de descubrirse y plantar lo bueno en el campo del corazón. Tu creación.

Qué grande es tu amor, capaz de transformar el corazón de quien te ama. Eres la fuerza que disipa toda duda, haces que florezca un campo hermoso en tierras áridas  Es tu amor una bienaventuranza, un manantial que hace brotar lo bello que nos habita  los más nobles sentimientos, la máxima expresión del inmenso universo. Es paciente. Es bondadoso. Une y sostiene. Respeta lo propio: individualidad en igualdad. No es rudo. No busca lo suyo. No se irrita fácil. No guarda rencor. No celebra la injusticia; se goza en la verdad. Es tu amor la libertad del alma, Es tu amor la plenitud del ser.

  Donde siempre vuelvo a mí, donde mi alma se impacta con los rayos del sol, donde se baña el espíritu cristalino en campos de verdes, donde mi esencia se conecta y se fragmenta desde pupilas tibias y claras, que se funden al desnudo con la intensidad de todo aquello creado y sostenido por la mano divina. Donde florece la esencia y se duermen los sentidos que perturban al hombre de vanidad,  donde se libera lo santo, lo natural, contemplando desde el interior el cáliz sagrado.

 Siempre habrá almas que te muestren lo mejor de sí, con espontaneidad, sin precio ni condición. Una sonrisa sin interés, una charla sencilla que conecta desde la naturalidad, sin esfuerzo, sin premeditación, sin un objetivo oculto. Solo estar, ser. La belleza pura de las presencias que regala la vida. Y un día, como cualquier otro, al unísono, la vida te recuerda — en los ojos y las sonrisas de alguien más — lo fácil que es simplemente ser.