LAS FRUTAS
Un cáliz, sagrado y fresco Entre el espacio y el fuego, entre la sangre y el espíritu, despierta a la conciencia con ímpetu. El espíritu corre libre a través del cuerpo, donde se asienta la luz en el campo. Al toque del césped, despiertan las pupilas, grandes, que por el sol son cubiertas. Un espacio donde todo es posible, donde la mente se despoja de su límite, de sus cadenas, que impiden al hombre Ser su propio maná Una casa , depurada de la trampa de la ceguera de años, a causa de la terquedad de ser algo, una falsa construcción, tan frágil, sin escombros. ...