DORADADAS MEMORIAS
Abuela amada, ¡qué encanto y fortuna es verte a los ojos, sentir la brisa de un viento y compartir una taza de café, cortadita por la espuma!
¡Cuánto éxtasis tu presencia! Tus palabras, sabiduría pura, maravilla que se consuma.
Qué fortuna es poder extender mis brazos y encontrar los tuyos mientras el tiempo suma.
¡Benditas palabras!
Abrir caminos,
vivir con tus mimos,
tener tu alma cerquita,
plenitud que no se quita.
Amo tanto sentarme en tu mesa, hablar de memorias, saborear cada minuto,
atesorar cada palabra como el sorbo de una dulce gotita de café que humedece mis labios.
Esa alma tuya, curiosa por historias que han tocado el alma en mí como recuerdos,
que en su tiempo me elevaron a lo alto e intangible, en momentos maravillosos.
Ayer me contabas tus memorias y yo las mías, esas que parecían venir en hilos,
despuntando aquello que toca el alma sin necesidad de rozar la piel.
¡Mi amada señora! Cómo te encantan estas historias, y las bañas con el poder de escribirlas.
Respiré hondo y, con alegría, te conté aquello vivido muchos años atrás,
la presencia, los latidos, los silencios que guardaban ciudades, mares y más.
Unas escaleras, unas miradas distraídas simulaban no mirarse a los ojos,
pero ya se habían visto, quizás el alma.
El espacio era tan pequeño, pero ante la presencia parecían gigantes,
como el bello Nizán, una brisa que apacienta el corazón donde la nada es un todo.
Tú te sumerges, mi amada señora, en cada palabra que sale de mi boca,
con tonos de poesía, fundidos con aspiración, mientras ese momento me recuerda una canción que suena fuera de mí:
"Mi cabeza rueda en la escalera,
las miradas cínicas barren los detalles que,
al final del día, me encontré en un balcón".
Me cuentas de las cartas que envías y la carta que conservas del abuelo, pintada de latidos dulces,
un amor vivido, cubierto de árboles, campos, tardes, nacientes de agua que bajaban de la montaña y unos caballos galopantes, como el golpe de los latidos que trazan de la mente al cuerpo recuerdos.
Ahora suena mi canción favorita de Juanes, pintando estos días de lluvia como un rojo atardecer.
Solo saber el festín de mi alma al poder sentirte cerca, hablarte y terminar juntas esa taza de café.
Me dices: "Conservo memorias doradas, y todas esas historias me hacen tener un divertido concepto de tu personaje".
De alguna forma, con pureza, miras mis risas entre memorias que causan sonrisas.
Reímos juntas, vibra en el alma,
acordes, canciones,
un nombre, nuestros secretos.
Mi amada señora.
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